El espíritu de la Naturaleza
- Luci Waisman
- Jun 19, 2021
- 3 min read
Hay un planeta azul. Un hermoso planeta mágico y azul. En él conviven en experiencia constante millones de especies. Es enérgico y para pocos, dual, para muchos, un valor incalculable de experiencias. Dentro de esa dualidad, se ve un manto negro de energía negativa, que lo cubre en partes, esas partes tienen ramas que se ramifican a mas finas y continúan. Una de esas miles de ramas pude ver alguna vez, como quería enraizarse en la tierra. El espíritu de la naturaleza estaba allí, protegiendo para que eso no pasara, el espíritu de la naturaleza en estado puro, con sus llamas y expansión de colores turquesas, todo el entorno en si, amorfo. El arrecife y corales, los tiburones y las mantarrayas, la arena blanca y su mar transparente en todo sentido, la selva verde e intensa y sus animales.
Vi como esa rama negra llegó allí, vi como sometió a personas y esas personas atentaron contra el entorno natural. Los congos y perezosos sobre el techo de mi casa también lo vieron. Esas personas creían que construir y destrozar era algo bueno. Esas personas dormidas, que parecían marionetas de aquellas ramas negras. Ese entorno nutre, nutre como la leche materna.
No podía con tanto mal, me afectó hasta los huesos ver la selva destruída, mi ser lloraba en gritos sordos. ¿Cómo le hacían eso a mi madre? ¿Acaso no lo ven?. Los congos en el jardín aullaban frente a las topadoras enviadas por unos extranjeros, para destruir el terreno y así, edificar una casa temporaria, destruyendo la casa natural y armoniosa. El perezozo bajaba como podía del árbol, mientras la morpho azul volaba alrededor, como grabando las imágenes para luego contarlas en historias.
El tiempo se detiene al paso de una morpho azul, ¿alguna vez pudieron vivirlo?, es algo que no tiene palabras aún.
En ese choque dual a nuestros ojos, alli estaba la fuerza de la naturaleza, ese ser poderoso y para muchos invisible, mostrándose con todo su poder y todos sus colores alucinantes, observando la escena, de como desgarraban sus partes a nivel físico y luego en consecuencia, a otros niveles. Estaba allí, brindándose, amando. Y esas personas de paso... y esa experiencia de paso...
Las tormentas tropicales me recuerdan que aún responden ante esos actos, pues seres de las fuerzas naturales hay muchos, y no todos tienen el mismo temperamento que la madre naturaleza. En esas noches, Kikílma, como llaman los indígenas Bribri al dios del trueno, mostraba su fuerza y furia, arrojando rayos poderosos y tremendamente fuertes, tanto así, que la casa temblaba sobre los cimientos de un antiguo coral.
Cuando eso sucedía, la selva parecía entrar en silencio, como expectante a Kikílma.
Al otro día el sol, arrasaba con un calor tremendo y humedad a mil, y la selva respiraba agua.
Lo llevo conmigo, está conmigo, es mi gran tesoro.
Escribo, porque me brota ayudarte, no comprendo tu amor incondicional, va más allá de mí y este mundo dual y mi mente, aunque intento hacerlo y brotan las lágrimas en mis ojos por tu pureza. Brindas tu espacio esperando que la experiencia sea enriquecedora, mejor escrito, sólo brindas. tu amor va mas allá, es amor puro, la conexion con la perfección y alto estado vibratorio, la nutrición, la energía y los colores de esta experiencia, respeto de conocimiento profundo.
Gracias naturaleza, gracias madre.

Comentarios